Pesadilla en la calle de los chefs, cada año, en octubre algo pasa

“No había salvación, sentí que mi mundo había llegado a su fin, la desesperación me consumía hasta que abrí los ojos”

 

Todos tenemos pesadillas, y aunque octubre es un mes de lunas hermosas, sus noches tienen algo macabro que sólo perciben personas sensibles, como nosotros los chefs. Cada año, en octubre algo pasa conmigo que no puedo dormir y cuando al fin lo logro, mis sueños me llevan a las peores pesadillas inimaginables.

Estaba caminando por un pasillo, al final se podía ver una puerta de acero inoxidable, de doble hoja, parecía la entrada a una cocina espectacular. Me dirigí hacia ahí, pero por más que ponía un pie delante de otro, no llegaba; la angustia comenzó a invadirme, así que comencé a correr, pero no soy una persona muy atlética y sentía que mis pulmones estallaban por el esfuerzo… la cocina parecía cada vez más lejos.

Finalmente alcancé la puerta, en la entrada me detuve para recuperar el aliento, me recompuse y empujé. Me sentí como Sarah Connor cuando ve al T-800 entrar al manicomio en Terminator 2, espantoso, fue como si Jason Voorhees, Michael Myers y Freddy Krueger hubieran tenido una fiesta en ese lugar.

Una pierna amputada junto a mis pies, sangre por todos lados, sobre la mesa principal una cabeza y junto a ella una masa grisácea que identifiqué como sesos, el fuego estaba encendido, en la pared había una mancha pegajosa de color verde y un gallo negro tirado en un rincón. Esa cocina era un caos, ahí no se podía cocinar, ese cerdito ya no tenía remedio, ya no servía para la cochinita, tenía que huir.

Bajé corriendo hacia el sótano, porque siempre hay un sótano en los lugares que más nos atemorizan, y encendí la luz sólo para ver otro escenario aterrador: botellas de vino hechas añicos, verdaderos clásicos desperdiciados en el suelo y, observando todo el caos, un cuervo. Cerca, una pequeña ventana dejaba entrar algo de la luz mortecina de las farolas que penden de los postes de la CFE (esa es otra pesadilla).

 

Había amanecido, era la mañana del 1 de noviembre, la víspera había cenado un delicioso pan de muerto con esencia de naranja y anís, acompañado de una taza, la más grande que encontré, llena de chocolate… el reflujo fue sólo el aviso de la noche que me esperaba, con indigestión y pesadilla… afortunadamente sobreviví, pero a lo lejos, me pareció escuchar un graznido que me sonó a “Nunca más”.

Lee también 

Conoce a los ganadores de los Jamming Sessions de Casa Dragones

Total
0
Shares
Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Prev
Un chef hecho a la leña

Un chef hecho a la leña

Un joven espiteño descubrió su vocación en la cocina de su abuela

Next
Mole negro, espléndido guiso oaxaqueño, que identifica a los mexicanos

Mole negro, espléndido guiso oaxaqueño, que identifica a los mexicanos

Hablar de mole en México es referirse al guisado más tradicional, que une e

You May Also Like